«Confianza no es saber todo del otro, es no necesitar saberlo».
En la anterior entrada de este blog, escribía sobre valores, esas palabras que representan los principios, cualidades y comportamientos que una persona establece como prioritarios en cada etapa de su existencia. Configuran el mapa que nos ayuda a conducirnos por el camino de la vida encontrando soluciones a nuestras necesidades de forma coherente.
Cuando en una sesión de coaching, acompaño a un coachee a encontrar sus valores fundamentales, le invito a que incluya entre ellos la confianza. Confianza en si mismo, confianza en aquellos con los que se relaciona, confianza en los diferentes sistemas o contextos en los que se mueve, confianza en el mundo que le rodea… confianza, confianza, confianza… la base de cualquier relación, sin la cual no es posible la armonía y la conexión.
La confianza es la interpretación que hacemos sobre nuestra capacidad, la de otros, o la de un sistema, para cumplir compromisos. Este juicio lo realizamos en base a tres aspectos diferentes: el histórico, la competencia y la coherencia.
- Histórico. Nuestras experiencias pasadas influyen en nuestra opinión a la hora de valorar la credibilidad, y nos apoyamos en ellas para «predecir» que va a ocurrir en el futuro. Esto sucede para lo bueno, cuando hay un histórico de cumplimientos, pero también para lo malo, y refuerza nuestras creencias, tanto las posibilitadoras como las limitantes.
- Competencia. La percepción que tenemos sobre las habilidades necesarias para poder cumplir un compromiso, es también un elemento que valoramos en relación con la confianza. Afortunadamente, las capacidades se pueden entrenar y desarrollar hasta el punto necesario para ser competentes.
- Coherencia. Cuando consideramos que lo que vemos y lo que oímos no es homogéneo, que el pensamiento, la palabra y el comportamiento no están alineados, detectamos una falta de sinceridad que ahuyenta nuestra confianza. En ocasiones, esta percepción procede de una falta de información que nos conduce a un juicio equivocado. Contrastar los hechos nos ayuda a tener una mirada más amplia de la situación y abrirnos a nuevas posibilidades.
La confianza es un valor clave en nuestra vida, es imprescindible para poder relacionarnos de forma equilibrada con el mundo. En todas nuestras actividades está presente y nuestro comportamiento está influenciado por ella. Pero es algo que cuesta construir y que es fácil perder, es frágil, y de ahí, la importancia de cuidarla y mantenerla.
cómo se construye la confianza
Cumplir los compromisos que libremente adquirimos genera confianza. Si no vamos a poder cumplirlos, seamos honestos y no nos comprometamos. Y si ha surgido algún imprevisto con el que no contábamos, hay que explicarlo y «re-negociarlo».
El respeto por los límites de los demás, también genera confianza. Debemos valorar cómo afectan nuestras decisiones a los demás, y una vez hecho, responsabilizarnos de ellas.
En tercer lugar, mantenernos presentes, escuchar con verdadero interés los relatos, los nuestros y los de los demás… para comprender, para conectar con la compasión en lugar de hacerlo con el juicio crítico.
cómo se DESTRUYE la confianza
Mentir es la forma más sencilla de acabar con la confianza. La mentira genera dudas y es interpretada como una traición que debilita la relación. Es la fórmula perfecta para demostrar nuestra falta de coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Sin embargo, debemos ser cuidadosos a la hora de dejar de confiar cuando alguien nos miente, y escuchar las razones por las que lo ha hecho.
Repetir los comportamientos que han provocado la ruptura de la confianza es otra buena forma de acabar con ella. Esta reiteración en los mismos errores transmite falta de respeto e interés por los valores de los demás, lo que complicará, sin duda, la relación.
Cómo se restaura la confianza
Siendo vulnerables y admitiendo nuestros errores. Reconocer que nos equivocamos y ofrecer una reparación del daño causado es la mejor manera de re-conectar con la confianza. Expliquemos las razones que nos llevaron a ese comportamiento, pero sin justificarnos, desde la humildad, para alejar el conflicto.
Hagamos cambios que demuestren nuestra actitud de mejora y que ofrezcan razones para reconstruir la confianza perdida o debilitada.
En último lugar, debemos tener paciencia. Es importante recordar que cuanto mayor es el daño causado por la ruptura de la confianza, mayor debe ser nuestro esfuerzo por recuperarla y el tiempo que necesitaremos para ello.
¿Habéis escuchado alguna vez que la confianza es como un jarrón, que una vez roto, aunque se pegue ya no es el mismo? Quizás no vuelva a ser el mismo, pero puede ser incluso mejor. El «kintsugi» es una técnica japonesa que consiste en reparar piezas de cerámica rotas con oro, multiplicando el valor original de la misma.
Si perdemos o rompemos una relación importante de confianza, podemos restaurarla y enriquecerla comprometiéndonos a unirla de nuevo con un material fuerte y valioso: el amor y la compasión.