«La mejor manera de hacer, es ser» Lao Tse
En numerosas ocasiones acompañamos al verbo “ser” con un adjetivo que define una característica o un comportamiento… es habilidoso, o es torpe; eres ordenado, o eres caótico; soy extrovertido o soy introvertido… ¿Te resulta familiar? ¿Has escuchado o utilizado alguna vez expresiones como éstas? Estos adjetivos representan el juicio o interpretación que realizas sobre aquello que observas.
Este uso del “ser”, que aprendimos en nuestra infancia, responde a la creencia de que las personas somos más o menos valiosas en función de nuestros comportamientos. Si tu acción o resultado corresponde con la expectativa de los demás, consigues más reconocimiento. La “etiqueta” que colocas, o te colocan, tras el verbo “ser” sustituye tu verdadera esencia y llega a condicionarte en la forma en la que te percibes y actúas.
VIVIR EN EL HACER
Con la etiqueta colocada, vives en el “hacer”, tratando de responder continuamente a las expectativas que los demás tienen sobre ti, o que crees que los demás tienen sobre ti. Eliges renunciar a tu esencia en favor de la idea de que para ser aceptado necesitas responder a lo que se espera de ti.
Estas etiquetas, estos juicios, en muchas ocasiones te inmovilizan, te limitan, te hacen creer que no existen otras opciones, te conducen a pensar que tu verdadera esencia está en ese comportamiento, en ese “hacer”, dejando a un lado tus deseos y necesidades más profundas.
Incluso en algunas ocasiones las utilizas como refugio, como excusa para no salir de tu zona de confort, para no hacer el esfuerzo de superarte… “como soy perezoso… sigo tumbado en el sofá”, “como soy torpe… no voy a intentarlo”, “como soy muy ordenado… no dejo espacio para la improvisación”…
Y lo peor es que dejas de ser coherente con tus principios más valiosos dejándolos a un lado, renuncias a ser tú mismo, a tus necesidades, tus deseos, tus valores… tu verdadera esencia. Y todo para satisfacer las expectativas de otros. Dejas de saber lo que quieres y sientes un vacío difícil de llenar.
DISTINCIÓN SER Y ESTAR SIENDO
La distinción que propongo es que incorpores a tu lenguaje, a tus diálogos, a tu discurso, el “estar siendo”, dejando que el “ser” recupere su espacio.
Cuando dices “soy” (soy incapaz o… soy el mejor) te invitas a permanecer inmóvil, encadenado a la etiqueta para siempre. Sin embargo, cuando dices “estoy siendo” (estoy siendo incapaz o… estoy siendo el mejor), otorgas a la situación un espacio temporal distinto, te defines en un momento y contexto concreto. Generas una posibilidad de cambio, de aprendizaje, de hacer las cosas de una forma diferente.
Recuerdo una conversación con mi hijo, cuando era pequeño, en la que me explicaba, preocupado, que no había querido prestar un juguete a su hermana. Me preguntó: «Papá, ¿soy egoísta?» Siendo consciente de la distinción “ser y estar siendo”, le respondí: «No hijo, no eres egoísta. El comportamiento con tu hermana ha sido egoísta, pero en otro momento elegirás prestarle tus cosas, y ese día estarás siendo más generoso.»
Creo que aquello le tranquilizó, e imagino que en su interior se abrió la posibilidad de tener un comportamiento diferente, eliminó su sentimiento de culpa, y perdió sentido la excusa «soy así» para seguir sin compartir sus cosas.
Además, como sugería antes, el uso del “estar siendo” deja espacio al verdadero significado del “ser”, asociado a tu esencia, a tus necesidades, tus valores, tu propósito de vida.
VIVIR EN EL SER
Recuperando este significado del “ser” (del “yo soy” o del tú “eres”), tus acciones responderán a tus propios deseos y serán más coherentes con tus principios y aspiraciones. Estarás siendo más consciente y más responsable.
Vivir en el “ser” significa apagar el piloto automático y recuperar el gobierno de tu vida, tomar consciencia de quién eres, establecer contacto con tus necesidades y emociones, hacer respetar tus límites y prioridades, confiar en ti y en tu capacidad de aprendizaje y desarrollo, tener el coraje necesario para hacerte responsable de ti mismo.
Vivir en el “ser” te permite conectarte con tu «yo», aceptarte en tus fortalezas y también en tus área de mejora, aumentar tu autoestima y darle sentido a tu existencia.
Además, esta visión te permite tener otra mirada hacia los demás, porque te habilita para ver no sólo su comportamiento (su “hacer”), sino también su “ser”. Conseguirás estar siendo más comprensivo, compasivo y empático… eliminarás esas etiquetas que habías colocado.
¿Quieres hacerlo? Si ésta es tu elección, descubrirás múltiples nuevas posibilidades y estarás abierto al aprendizaje y al desarrollo, tanto tuyo como el de los demás..