«Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que puedo y sabiduría para poder diferenciarlo». Reinhold Niebuhr
A veces nos encontramos en situaciones no deseadas sobre las que no tenemos ninguna posibilidad de cambio. Preguntarnos por qué, buscar culpables, quejarnos y asumir una posición de víctima, no ayuda: nos provoca rabia, tristeza, frustración, desesperanza… Si mantenemos esta conversación en nuestra mente, estamos atrapados, no avanzamos y generamos sentimientos que nos limitan.
No podemos evitar que aparezcan estas emociones, pero sí podemos hacer que permanezcan sólo el tiempo necesario. De no ser así, las convertiremos en un estado de ánimo desde el que todo será más complicado. Cambiando nuestros relatos, podemos conectar con la serenidad, la confianza, la compasión, el optimismo… emociones que nos impulsan, que canalizan nuestra energía hacia nuevas posibilidades.
La aceptación es el primer paso para romper las cadenas. Significa hacernos conscientes de las situaciones que no podemos cambiar y aprender a convivir con ellas en paz, obtener el aprendizaje que nos aportan y hacernos responsables de lo que sí está en nuestras manos.
Aceptar no es resignarse, ni acatar, ni conformarse… es la decisión que tomamos libremente de admitir que existen circunstancias que no están a nuestro alcance, dejar de luchar contra ellas y poner nuestra atención en acciones que nos permitan vivir como queremos. La aceptación abre las puertas a nuestras metas.
Desde esta posición, nos encontramos en disposición de construir, se abren ante nosotros nuevas posibilidades para mejorar nuestra situación e ir diseñando un futuro mucho mejor. Distingue lo que no puedes cambiar de lo que sí puedes cambiar, acepta lo primero y pon el foco y tu energía en lo segundo… recuperarás la calma.